MI OPINIÓN: "EL AGUIJÓN CON LA PALABRA"
Este año, de momento, son ya dos los lamentables atentados que nuestros vecinos del norte, Francia, han sufrido; el último, ayer viernes 13 de noviembre, con un resultado provisional de 128 muertos. El Presidente 'socialista' Hollande y su Primer Ministro, el español Valls, decretan lo normal: tres días de luto nacional, y extraordinariamente un cierre de todas las fronteras (nunca antes había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial) y declaran un Estado de Emergencia, en el que por supuesto, se limitan algunos derechos fundamentales a los ciudadanos.
Podría ser un gran ejemplo para España, pero aquí, inexplicablemente, y Dios no quiera ponernos a prueba, volverán a cometerse crasas atrocidades auspiciadas por el desencanto que un Gobierno de turno pueda inspirar, o por la lástima que puedan provocar refugiados subvencionados, y es sólo un ejemplo.
José María Hernández García
LA ATENCIÓN EN LA OPINIÓN
"Alguien tan simplón y chiflado como esos estudiantes londinenses censores de los “filósofos blancos”. No alguien razonable y enérgico capaz de decir alguna vez: “No ha lugar ni a debatirse”, sino un insensato tan exagerado como aquellos a los que combate. Cuando se cede el terreno a los tontos, se les presta atención y se los toma en serio; cuando éstos imponen sus necedades y mandan, el resultado suele ser la plena tontificación de la escena. A unos se les enfrentan otros, y la vida inteligente queda cohibida, arrinconada. Cuando ésta se acobarda, se retira, se hace a un lado, al final queda arrasada".
Javier Marías, en su artículo "Cuando los tontos mandan"
LA FRASE CÉLEBRE
"Lo que se sabe sentir se sabe decir".
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Soldado, novelista, poeta y dramaturgo español; el más universal de todos los escritores de España.
lunes, 8 de junio de 2009
Moción de censura
Como la rosa de Gertrude Stein, una derrota es una derrota es una derrota es una derrota. Y la rosa de Zapatero salió derrotada ayer por tres razones esenciales. La primera, obviamente, porque ha sacado menos votos y menos escaños que el PP. La segunda porque no ha logrado movilizar el instinto del miedo a la derecha. Y la tercera, y principal, porque hace apenas quince meses había ganado las generales y ahora, en menos de un trimestre, desde el batacazo gallego, ha perdido dos elecciones consecutivas. Si eso no es un cambio de tendencia, se le parece bastante. Y sobre todo, se parece bastante a una moción de censura popular. Popular del pueblo.
La llamada tribal del PSOE, su invocación de los fantasmas ideológicos, su demonización caricaturesca de la derecha, su agitación trincheriza del divisionismo civil, no ha funcionado esta vez, y eso es una buena noticia para la democracia. La abstención, que en teoría supone un fracaso democrático, tiene en ocasiones como ésta mucho que ver con el tono ramplón, zafio, primario, de una campaña-basura desnuda de argumentos y de ideas, deshabitada de esperanzas intelectuales y morales, en la que los socialistas han liderado la carrera de la banalidad, del consignismo, de la simplificación y hasta de la chabacanería.
Pero no les ha salido bien. No esta vez. El Gobierno puede lamerse las heridas pensando en sus malas expectativas, en los cuatro millones de parados, en la quiebra socioeconómica, y hasta en los tres años que restan de mandato; puede conformarse con el revés como un mal menor; puede interpretar la diferencia con cicatería aritmética; puede considerar natural el voto de castigo y sugestionarse con la idea de que no se produciría con el poder en juego; puede refugiarse en la diferencia de escaños soslayando la de votos; puede achicar o minimizar la euforia del PP sugiriendo que las circunstancias propiciaban un descalabro mayor que la oposición no ha logrado infligirle. Pero Zapatero lleva dos derrotas seguidas, ha visto invertirse en su contra la ventaja porcentual que obtuvo en 2008 y ha surgido en torno a su gestión un estado de opinión adversa incuestionable. Si Rajoy sabe gestionarlo, aunque sea a su estilo dificultoso, lento y cansino, puede abrir a partir de ahí una brecha sociológica que cuaje en una mayoría de alternancia. Aznar demostró que no hay derrotas dulces ni triunfos amargos... cuando se tiene confianza en las propias posibilidades. El problema del PP es exactamente ése: creérselo. Dejar de ponerse zancadillas a sí mismo, olvidar el pesimismo cainita con que tiende a autoexaminarse. Aprender a parafrasear con convicción el poema de la rosa de Gertrude Stein: una victoria es una victoria es una victoria es una victoria. Y dos victorias sucesivas pueden ser un cambio de ciclo.
IGNACIO CAMACHO
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