Como el resto de los mortales, muchas veces me pregunto dónde está la felicidad. Tengo claro que no está en la desesperanza, ni en la frustración, ni en el odio, ni en la enfermedad, ni por supuesto, tampoco en la muerte.
A pesar de esta vida que nos llena de angustias y temores, un día sí y otro también; soy de los que piensan que la felicidad está en las pequeñas cosas: un particular efecto de la luz solar sobre una hoja seca que cae del árbol en otoño, superar un examen de cualquier tipo, sentir el aprecio que te tienen los demás, la estimación del trabajo bien hecho, en la soledad voluntaria que te hace reforzar tus sentimientos y creencias, etc. Sin embargo, y desde mi particular punto de vista, esta felicidad es sólo transitoria, temporal.
Para mí la auténtica felicidad está en dejar 'rastro' de nuestra existencia en este mundo, es decir, en los hijos. Por ello, -y aunque no tengo hijos-, no comprenderé nunca la defensa que muchos hacen del aborto, me dá igual su ideología, sólo sé que acabar con la vida de un futuro hijo que se está gestando es táctica macabra usada por nazis a modo de pureza racial...y ahora, ¿quién hace uso 'táctico' de este "derecho"?
Creo que todos estaremos de acuerdo en que la mayor felicidad que podemos sentir es dándola, bien cuidando a un enfermo (a nuestros hijos o, a nuestros padres), hacerles sonreír, y muy encomiablemente, durante sus peores momentos. Obviamente, también amar y ser amados, sentirse enamorados, es una causa de felicidad sublime. Y todos estos gestos crean estigmas recíprocos de la mayor de las felicidades. ¿Qué opinas?
José María Hernández García
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