En muchos rincones, si te detienes y observas, puede que las piedras te cuenten mil historias, a poco que tengas una pizca de paciencia. No hay que ir muy lejos, porque a veces, cerca de ti, hay un lugar que espera a que lo escuches.
El otro día llegué una vez más a la Fuente de los Chorros, con la excusa del agosto. Cuatro caños de bronce vierten agua de la montaña sin parar, y en su discurrir, fluyen las historias. Su agua es pura, fresca, generosa. La fuente es una maravilla que con cinco siglos a sus espaldas, no tiene pereza en seguir cumpliendo su tarea. Fuente de piedra, que en su piel muestra el paso del tiempo, y en sus reflejos, los rostros de muchas generaciones.
¿Quiénes se habrán asomado a la fuente antes que nosotros? Si te sientas y miras, verás un trasiego constante de personas que lleva sus vasijas para recoger el tesoro que mana. Mayores, menos mayores, jóvenes, niños… Muchos, al pasar junto a ella, tocan el agua y se refrescan la cara, dando las gracias con una sonrisa.
Un hombre se acerca a ella y recoge un poco de agua para lavarse una herida: “es lo único que me cura esta dichosa pierna”, me dijo.
Otro, pregunta si se puede beber, acostumbrado quizá a tanto cartel de “agua no potable”. Una pareja me pide que le haga una foto, y “que salga la fuente”. Personas mayores, con tantas hendiduras en el alma como muescas tiene la fuente, acarrean agua para las necesidades domésticas a lo largo del día y de la noche, escoltados por vencejos que hacen diabluras en el aire.
Mi amigo Sixto, lleva a su bebé junto a la fuente para que escuche como cae el agua. Quiere que el pequeño sienta la música de la naturaleza y la lleve siempre en la memoria. Arrima sus piececitos hasta tocar el agua, y el pequeño, de pocos meses, siente el frescor sin hacer remilgos. Así cada día, y en su sonrisa, se adivina que son amigos hasta la eternidad.
La fuente da agua, y un espacio para que junto a ella te encuentres contigo, y con los vecinos y visitantes. Allí se hacen tertulias, se preguntan cómo van las cosas, qué hay de zutano o mengano, y después cada mochuelo a su olivo, y la fuente, de guardia.
Un niño llena un vaso de cristal que trae desde casa, y paladea el agua en estos días de calor como si se tratara del mejor de los refrescos, mientras se apoya en la fuente, refrescando sus pantalones, y dejando el rastro de dónde ha estado cuando vuelva.
La Fuente de los Chorros está en Cuacos de Yuste, y te está esperando para que le preguntes lo que quieras, mientras te ofrece un trago como sólo sabe hacerlo quien lleva quinientos años haciéndolo...
José Antonio Monago
Presidente del Partido Popular de Extremadura