Aconsejan los expertos que lo más recomendable en este período de incertidumbre que a todos nos embarga es no pensar en el futuro. Debemos intentar exprimir el presente y hacerlo de forma que las personas que a ti te importan lo disfruten de la misma manera. Es decir, agarrarnos al famoso aforismo latino 'carpe diem' como a un clavo ardiendo, aunque sólo sea para autosugestionarnos.
Mal que les pese a muchos, Franco dotó a España de una clase media que, aún hoy, existe en pocos países de nuestro entorno occidental más cercano. El actual acelerado ritmo de destrucción de estas clases medias españolas nos evoca escenas del Ladrón de bicicletas o de Calabuch, donde son patentes esos paisajes de ruinas empobrecidas entre las que caminan los personajes que sólo piensan en emigrar y sin poder hacer nada para responder a la devastación.
Pese a la falacia de la retórica política dominante, antes, de 'brotes verdes', y ahora, de 'esfuerzo y austeridad'; no cabe la menor duda que las simultáneas reformas fiscales, y especialmente, laborales; están echando por tierra ese frontispicio constitucional de democracia avanzada, y están acabando con un sistema participativo de los ciudadanos en las decisiones, también a nivel laboral, que son en la práctica una destrucción del Derecho del Trabajo, donde el código jurídico está en manos del más poderoso, que será siempre la empresa.
Y, en Sevilla, la escenificación teatral-electoral de Gobierno y oposición dijo mucho de lo que hablo. La mascarada llega a ser cruenta en el seno de los propios partidos, donde la dedocracia del mandamás de turno coloca y descoloca a diestro y siniestro. En este sentido, me congratulo del nombramiento del extremeño Carlos Floriano como Vicesecretario de Organización del PP; pero me 'descoloca' la mala costumbre de que se premie una vez más a los perdedores.
José María Hernández García
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