Sentenció Ortega y Gasset, quizás uno de nuestros más rememorados filósofos, muy posiblemente en consonancia con la caída moral y el pesimismo de la España de la Generación del 98 que le tocó vivir, que "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa".
Y, precisamente, el nuevo Gobierno que salió de las urnas un llamativo 20-N, prometía urbi et orbe que acabaría con la crisis; y sin embargo, y a pesar de las reformas recortantes llevadas a cabo, la situación se le va de las manos...Parecen saber más de una economía ficticia que arruina a otra real los leguleyos lenguaraces, los políticos burócratas y los tertualinos que diciendo gilipolleces se ganan la vida.
A estas alturas, y con la palmaria cruda realidad presente en España, que va tirando gracias a la unión de muchos esfuerzos anónimos e individuales, como la de aquellos que tienden una mano al familiar en paro o la de aquellos que trabajan en lo que buenamente encuentran para subvencionar a sus hijos estudiantes; resulta falaz escuchar al portavoz Popular en el Congreso, Alfonso Alonso, "pedir que no se hiciera demagogia a propósito de BANKIA".
¿Cómo se puede pedir eso a enfermos crónicos que tendrán que pagarse la ambulancia para acudir a sus necesarios tratamientos que les permitan seguir sobreviviendo?, ¿a esos pensionistas que tendrán que pagarse parte de sus necesarias medicinas?, ¿a esos padres que no podrán, por ejemplo, pagar la triple vírica a sus hijos?, ¿a esos universarios que ni siquiera podrán llegar a ser parados porque se verán obligados a abandonar sus estudios?
Es, ciertamente, cínico y cruel, tener que seguir pagando a políticos corruptos y ególatras colocados en instituciones obsoletas y trasnochadas; y es una impostura en toda regla, tener que seguir pagando impuestos para salvar bancos privados y premiar a banqueros con una masa ingente de dinero público.
En Sodoma, Yahvé estaba dispuesto a detener la lluvia de azufre si había un sólo hombre bueno; pero en España, la bondad sucumbe ante el ansia de poder y los beneficios particulares. A los de a pie, a los que no nos podemos acoger a amnistías fiscales que parecen juegos de niños, día tras día, se nos arrebata la esperanza y se nos hunde en el desaliento.
José María Hernández García
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