MI ARTÍCULO: Acompañar en la dependencia

Hablamos de dependencia sin ser plenamente conscientes de lo que significa. Depender es nada más y nada menos que "pender de", es decir, "colgar de", "estar suspendido por". Puede caer, puede hundirse, puede, en definitiva, desaparecer si quien sostiene, quien sustenta, suelta la cuerda o la rompe. Y es evidente que a nadie en un supuesto teórico le gustaría ser el dependiente y tener que contar con otro para vivir, para ser, para seguir... Y sin embargo, nuestra vida está llena de dependencias. Primero dependen los hijos de sus padres, después, dependen éstos; después dependeremos nosotros con el inexorable paso de los años o a causa de las enfermedades. Y es entonces, cuando la enfermedad o la edad nos hace ver el horizonte más cercano; cuando nuestra actitud antes los que dependen tiene mucho de absurdo. En teoría deberíamos dedicar el máximo esfuerzo a su bienestar, porque evidentemente, es la etapa a la todos estamos abocados. Y sin embargo, en muy pocas ocasiones lo hacemos. Los últimos años de su vida, la vida de los mayores, suelen estar presididos por tres angustias que pueden solucionarse: la soledad, la escasez económica, que les genera una gran inseguridad, y la salud. Reflexionar sobre estos tres aspectos de nuestros mayores es útil, y necesario, porque nos permite comprobar que vivimos en un mundo deshumanizado. Es posible que las arcas públicas no tengan presupuestos; pero tampoco las exigencias son grandes y siempre se pueden paliar. Basta un poco de atención. Es hasta comprensible que los hospitales están saturados; pero sus problemas de salud se pueden ir resolviendo con la atención primaria y ambulatoria y con el recurso farmacológico. Lo que es insostenible es que los ancianos se sientan solos. Porque no son viejos anónimos. Son y han sido padres, hermanos, hijos... Y es aberrante y tremendamente cruel que se sientan solos, cuando se aproxima ese momento en que no van a pender de nadie. El objetivo es que ese paso final se dé con paz y serenidad. Y se basa en la atención afectiva y espiritual, aunque no necesariamente confesional. En otras palabras, en la compañía de sus seres queridos, sea donde sea, en la residencia, hospital, hogar, etc. José María Hernández García