El consuelo de escribir

Hay ocasiones que no sé nunca qué decir. Tengo amigos que son tan cálidos, tan amables. No la palabra "amables" no les hace justicia. Dicen ser personas de corazón, que te miran a los ojos y que sienten lo que dicen. Son personas que saben decir lo que sienten en el momento en que suceden las cosas, no sólo porque no tienen miedo, sino porque se dan cuenta de las cosas que sienten en el momento en que las sienten; y por eso las envidio... Yo no tengo esa capacidad. Me parece reaccionar siempre demasiado tarde. Y lo que de verdad me inquieta es mi incapacidad para estar presente en el momento en que suceden las cosas. Estoy cerrado como una ostra. Soy impermeable a lo que me rodea. Estoy ciego, sordo, insensibilizado...o quizás lo crean. Tiene que pasar el tiempo para que logre darme cuenta de lo que me ha sucedido. Llego a casa de una reunión o del trabajo, y de pronto comienzo a ver con toda claridad que había alguien que en realidad me estaba pidiendo ayuda, pero yo no me daba cuenta. Reflexiono sobre lo que sucedió las semanas pasadas, y veo que debería haber reaccionado de una forma completamente distinta a como lo hice. Pero es que siempre me doy cuenta de las cosas demasiado tarde. Mi único consuelo (y es un consuelo muy pequeño) es que puedo escribir en este blog de estas cosas. Lo que viví en la inconsciencia, puedo volver a vivirlo en la escritura de forma mucho más lúcida. Puedo decirlo aquí a mis amigos, a los cuales envidio, y me impresionan con frecuencia. Quizá si viviera más despierto, si tuviera menos miedo, si estuviera más en contacto con mi aterrado corazón, no necesitaría escribir. José María Hernández García