MI OPINIÓN: "EL AGUIJÓN CON LA PALABRA"
Este año, de momento, son ya dos los lamentables atentados que nuestros vecinos del norte, Francia, han sufrido; el último, ayer viernes 13 de noviembre, con un resultado provisional de 128 muertos. El Presidente 'socialista' Hollande y su Primer Ministro, el español Valls, decretan lo normal: tres días de luto nacional, y extraordinariamente un cierre de todas las fronteras (nunca antes había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial) y declaran un Estado de Emergencia, en el que por supuesto, se limitan algunos derechos fundamentales a los ciudadanos.
Podría ser un gran ejemplo para España, pero aquí, inexplicablemente, y Dios no quiera ponernos a prueba, volverán a cometerse crasas atrocidades auspiciadas por el desencanto que un Gobierno de turno pueda inspirar, o por la lástima que puedan provocar refugiados subvencionados, y es sólo un ejemplo.
José María Hernández García
LA ATENCIÓN EN LA OPINIÓN
"Alguien tan simplón y chiflado como esos estudiantes londinenses censores de los “filósofos blancos”. No alguien razonable y enérgico capaz de decir alguna vez: “No ha lugar ni a debatirse”, sino un insensato tan exagerado como aquellos a los que combate. Cuando se cede el terreno a los tontos, se les presta atención y se los toma en serio; cuando éstos imponen sus necedades y mandan, el resultado suele ser la plena tontificación de la escena. A unos se les enfrentan otros, y la vida inteligente queda cohibida, arrinconada. Cuando ésta se acobarda, se retira, se hace a un lado, al final queda arrasada".
Javier Marías, en su artículo "Cuando los tontos mandan"
LA FRASE CÉLEBRE
"Lo que se sabe sentir se sabe decir".
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Soldado, novelista, poeta y dramaturgo español; el más universal de todos los escritores de España.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Yuste, la belleza organizada
Estamos en la ruta del «no sabemos lo que tenemos». El País que Nunca se Acaba está lleno de rutas así. El caso es que sales de Plasencia y a los dos kilómetros, empiezan los bosques de robles. Después aparecen los cerezos. A continuación, los castaños a punto, las higueras colmadas, las praderas con vacas blancas pastando, rumiando, reposando... Y entonces, alguien se emociona y pronuncia la frase más repetida por los extremeños cuando recorren su región: «No sabemos lo que tenemos».
Quienes sí parecen saberlo son los madrileños. Será por eso que desde Ana Rosa Quintana hasta Alejandro Sanz o Rafael Álvarez El Brujo se han comprado una casa en la comarca por la que transitamos en esta mañana del verano cansado: La Vera. Cansado, sí, porque ya avanza septiembre y parece como si estos pueblos estuvieran agotados del estrés turístico de agosto: los bares están de vacación y las casas rurales ya no cuelgan el cartel de completo.
Sin embargo, hay lugares donde siempre es tiempo de turismo. Y en La Vera, ese enclave emblemático es Cuacos de Yuste con su monasterio. Contaba este verano en Mérida el periodista Isaías Lafuente, cuya esposa es verata, que en el norte de Cáceres algunos pueblos han perdido su sabor, pero Yuste lo mantiene. En busca de ese sabor que tanto gusta en Madrid estamos llegando a Cuacos por esta ruta del «no sabemos lo que tenemos» y nos reciben la limpieza, la belleza, el sosiego, la pulcritud, una naturaleza prudentemente lujuriosa y esa cartelería que distingue Mijas, Candelario o Arcos de la Frontera del común de los pueblos.
Casa Rural... Hotel Rural... Restaurante... Turismo aventura... Albergue rural... Complejo rural... Productos gastronómicos veratos... Camping...Piscina natural... Aula de la Naturaleza... Vas adentrándote en el pueblo por la carretera y los anuncios te ponen cuerpo de veraneante. Además, hay helechos, montañas, agua corriendo, fuentes típicas de caños largos... No hace falta más: Cuacos lo tiene todo para incitar al qué bonito.
Y además, está el monasterio. Porque un pueblo por sí mismo no es capaz de atrapar la atención de miles de visitantes al año si no cuenta con un edificio simbólico y referencial, que puede ser un palacio de Gaudí en Astorga o una bodega construida por Ghery en Haro. En el caso de Cuacos, el emblema que hay que ver sin falta es el Real Monasterio de San Jerónimo de Yuste. Lo de Real es importantísimo como veremos luego. Pero por ahora nos conformaremos con subir a pie una cuesta suave de dos kilómetros, entre árboles frondosos, por una acera cómoda y con un alto en el camino para visitar un cementerio alemán que inquieta con sus caídos por el Fhürer y reconforta si lees los poemas bellos y las reflexiones con enjundia que ha inspirado.
El olor y la mirada
Como esta mañana ha llovido una pizca, la naturaleza brilla y huele, la atmósfera está limpia como una copa de cata y, a través de ella descubres el monasterio, tan relicario, tan recoleto, tan recogido desde la lejanía; tan agitado, tan agobiado, tan angustiante de cerca. Angustia para aparcar entre cinco autocares y 86 turismos que lo ocupan todo; angustia cuando vas a comprar la entrada y el arco detector de metales delata, histérico, indiscreto, tu cinturón, tus llaves, tu móvil; angustia cuando te informan de que las salas están hasta arriba y de que has de aguardar a que se vacíen un poco para entrar.
Pero esa angustia estimula al turista. Si no, no se entiende que se pirre por las aglomeraciones, sean éstas una expo en sábado, Compostela el 25 de julio, o la playa de Fuengirola cualquier mediodía de agosto.
Al turista le gusta que haya gente donde él va para así constatar que no se equivocó al planificar la excursión. Y cuanto más organizada esté la belleza que contempla, mejor, más razón tenía él cuando eligió.
Y Yuste tiene organización, vaya si la tiene. Es aquí donde hay que explicar lo de Real. Porque el Monasterio de San Jerónimo pertenece al Patrimonio Nacional, como el Palacio Real de Madrid, El Escorial, el Valle de los Caídos, o Las Huelgas de Burgos. Al convertirse en Real Sitio, llegaron el dinero y el orden estricto.
Ya no se accede de cualquier manera, sino depositando tu mochila en un escáner que controlan 'seguratas', comprando la entrada en una taquilla acristalada y atendida por señoritas uniformadas, y caminando por itinerarios establecidos que acogen visitas libres o visitas guiadas, al gusto del turista.
La belleza de Yuste sigue ahí, pero ahora está organizada e impone más, es como si fuera una belleza más seria, más sólida, más respetable y eso debe de compensar a un turista que está educado en las colas del Guggenheim, las esperas de Eurodisney y las entradas anticipadas de la Alhambra.
Para que nada falte, en el edificio de taquillas y acceso también hay una tienda y ya se sabe que un turismo sin tiendas y un museo o monasterio sin boutique pierden la mitad de su encanto. En este Real Comercio de Yuste se venden posavasos, mermeladas, chocolatinas, mieles, cerámica libros o abanicos. ¿Los precios? Pues para turistas en trance, como debe ser. O sea, el litro de aceite de oliva sale casi a 20 euros (19'60), pero como se vende en frasquitos monísimos de 250 ml. a 4'90 euros, parece que no sale tan caro. Además, ¿qué caramba, se trata de Real Aceite!
«¿Y usted de dónde es?»... «Nosotros de Oxford... Nosotros de una coral de Torrelavega... Nosotras de Badajoz... Nosotros de Madrid... de Madrid.... de Madrid...» Encuesta de urgencia en la espera del patio. «Han de aguardar que nos avisan de seguridad de que hay dentro más de cien personas». Mayoría madrileña y grupos de alemanes con guía. Segunda fase de la encuesta exprés: «¿Por qué han venido?»... «Es bonito... Nos hablaron de esto... Es famoso... Por salir del hotel a hacer una excursión... Porque nos entusiasma la historia... Porque soy de aquí, pero vivo en Madrid... Porque se empeñó mi mujer, a mí lo que me gusta es quedarme en la casa rural».
Ya en el interior del monasterio, las estrellas de la visita son, como siempre, el sillón para la imperial pierna enferma y, rodeada de colgaduras oscuras, la cama dispuesta para contemplar el altar mayor, que también fue lecho de muerte de Carlos I.
El monasterio abre de 10 a 18 horas de martes a domingo entre abril y septiembre. A partir de octubre, de 10'30 a 17'30. Cierra los lunes y la entrada cuesta 2'50 euros, aunque la 3ª edad, los discapacitados, etc, pagan 1'50. Por ese precio, los turistas creen que tienen derecho a hacer propuestas: «Es una pena que no permitan pasar a los claustros de los monjes».
Hasta el 21 de septiembre, se celebra la exposición Carlos V en Yuste, muerte y gloria eterna (entrada gratuita). Tras visitarla, desandamos el camino y retornamos a Cuacos. El pueblo, se nota enseguida, es como una joyita sencilla y mimada a la que se saca brillo cada mañana. Está impoluto, huele bien, no te agreden demasiadas barbaridades urbanísticas. Se nota que la cultura y el dinero han llegado de la mano y se ha crecido turísticamente con buen gusto y bastante sentido común. En la carretera hay algunos bares con vulgaridad de chiringuito, pero también terrazas con aire zen como la del hotel Dato Vera.
Están cuidadas las placas de las calles, las plazas y los rincones. Los pimientos cuelgan convenientemente de los balcones, a las 12 vocea el melonero para que se regocijen los madrileños, las fuentes cantan como debe ser y en las tiendas se venden churros, pimentón, quesos y perrunillas. O sea, lo que procede.
J.R. ALONSO DE LA TORRE
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1 comentario:
Me ha encantado este artículo, ¡qué belleza la de Yuste!
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