Me dice alguien querido: "¿Te has dado cuenta de que, en muchos idiomas, la palabra presente significa regalo?". "El present és un present", "the present is a present", el presente es... Me sorprendo por la sabiduría profunda del idioma. No significa regalo el pasado, a pesar de que la memoria nos configura la identidad y nos arraiga en lo que fuimos. Tampoco lo significa el futuro, por mucho que es en el futuro donde habitan los sueños. Pero los sueños –y los recuerdos– sueños son y sólo pueden regalar humo. El presente, en cambio, regala fracciones encadenadas de vida y son esas fracciones lo único que realmente tenemos. Aquí y ahora, lo demás es un agujero negro, cuya capacidad para abducir al presente emula con eficacia la voracidad de esas regiones espacio-tiempo siderales. Sin embargo, a pesar de que sólo tenemos presente, hemos configurado una extraña vida que bascula permanentemente entre las cuitas del pasado y las preocupaciones del futuro, y en la intersección de ambos perdemos los puntos de enganche con el ahora, vagabundos errantes de nuestro propio tiempo.
Me dirán, ¿a qué viene esto? Debe ser la complicidad. Este rincón teje, día a día, unos sutiles puentes entre quien lo escribe y los amables lectores que reconstruyen su sentido y, por ello mismo, respira una cierta verdad emocional. Hoy puede ser un gran día –gracias Serrat– para parar en seco, sentarse en el sofá de la vida y sorber la densa cadencia del vivir. Hacemos mucho, pensamos menos, actuamos en todas las direcciones, como locos corredores de carreras ficticias. Pero entre el hacer, el pensar y el actuar, ¿tenemos tiempo de ser? Sólo eso, ser. Puede que este artículo sólo sea un tímido intento de cantar a la vida, "carpe diem quam minimum credula postero", nos recordaban en las clases de latín. "Aprovecha el día, no confíes en mañana". Puede que sólo sea un vano intento de parar el tiempo. "Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años", aseguraba Abraham Lincoln. Y añadía John Lennon: "La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes". Planificando obsesivamente nuestro futuro no tenemos tiempo de vivir el presente, porque hemos construido una sociedad del anhelo permanente, deseosos aspirantes a ser, siempre, lo que no somos. Y por el camino de buscar, nos olvidamos de encontrar lo que tenemos.
Perdonen. Ha sido una tentación momentánea. Iba a escribir un intento de sesudo artículo sobre cualquier tema de los que regurgitan el estómago de la información. Pero al empezar a escribir, mi gata se paseó por el teclado, arrogante y despreocupada, y por un segundo capté la belleza de vivir sin más. Sin otro objetivo que conjugar tan efímero verbo. Y pensé que ese segundo cabía en este artículo. Ha sido una osadía inútil. Todo el artículo es ya pasado.
Pilar Rahola
La Vanguardia
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