El lenguaje de la Moncloa

El Gobierno ha escudriñado su mente, ha reunido a sus huestes, ha preparado sus armas y ha dictado órdenes tajantes de no hacer la más mínima concesión a la semántica. Crisis no es lo que parece; es otra cosa que en absoluto es lo que afecta hoy a España. Y no se trata de una guerra circunscrita sólo a la palabra crisis, sino a otras, entre ellas terrorismo o trasvase. Rodríguez Zapatero desde el Congreso, y en especial la Vicepresidenta, Fernández de la Vega, están empeñados no en una batalla, sino en una cruzada sobre el uso de la lengua española. No se puede llamar crisis a lo que no lo es. Puede ser un momento difícil, una circunstancia no querida, algo impuesto por el petróleo, pero jamás crisis. Y la verdad es que poco le importa al español de filas lo que se cocine en Moncloa. Ellos -los de Moncloa-, que son auténticas figuras de la política de la imagen, maestros en el despiste y la triquiñuela, cifran muchos de sus éxitos en dar la vuelta al uso del diccionario tratando de demostrar, pero hasta con auténtico fervor, que no es así lo que parece ser. Llega un momento que hasta te llegas a creer, por el ardor con que lo defienden, que las cosas del verbo no son como las estudia la Real Academia sino como las ve la Moncloa: el ministerio de la Verdad. Algo parecido ocurre con la palabra trasvase. Gracias a que tan sólo un mes de lluvia hizo posible que Cataluña solucionase su problema, porque de lo contrario, a estas alturas, con las tuberías ya compradas y devueltas a su proveedor con el pago de los intereses correspondientes, todavía estaríamos en plena guerra. Tanto, que hasta la ministra de Medio Ambiente daba mucha más importancia a la confusión lingüística que a la necesidad apremiante que existía. Otro caso es el de la palabra terrorismo. La Vicepresidenta insiste una y otra vez en que España, en este preciso momento, no sufre terrorismo. No importa que tan sólo hace unos días volaran el cuartel de la Guardia Civil de Villarreal en Álava, o que todos los días pongan bombas o incendien cajeros. Debemos ir desenmascarando a estos truhanes del lenguaje, utilizado torticeramente para sembrar confusión, disculpar acciones de gobierno desacertadas o inconfesables y tratar de equivocar, con aviesa intención, al español de a pie, al que poco le importa la semántica, sobre todo si ésta es utilizada para encubrir, no torpezas, que serían disculpables dada nuestra naturaleza humana, sino decisiones y conductas que entran hasta en el territorio del Código Penal. Una victoria electoral es lo que es, y no una patente de corso para hacer lo que a uno le dé la gana, hasta con el uso y abuso de la lengua que utilizamos para entendernos. José María Hernández García