Extremadura, escenario para todas las músicas

LA región se ha colocado por unos días en la cabecera de España en cuanto a oferta musical. Las tres principales ciudades han convocado a varias decenas de miles de personas para oír a Bob Dylan, Iron Maiden, Estopa, Lamari, José Mercé y las grandes figuras del fado, a lo que debe sumarse además un festival de ritmos negros. Una nómina de artistas como ésta justifica por sí sola un año entero de programación y, desde luego, hubiese sido mejor espaciar las actuaciones a lo largo de julio y agosto en lugar de concentrarlas en apenas cuatro jornadas; de esta manera los aficionados se podrían haber beneficiado más de los espectáculos. En todo caso, la lectura principal que cabe extraer de esta aglomeración de figuras de primer nivel es que la región entra en los circuitos de los grandes conciertos. Tiene escenarios atractivos y más o menos adecuados y, sobre todo, mucho público interesado. Por supuesto, cabe destacar especialmente la presencia de Bob Dylan en Mérida, un cantante legendario que lleva cuatro décadas siendo uno de los iconos mundiales de la modernidad, y que arrastra una legión de seguidores por donde pasa, que lo veneran como un líder que trasciende el fenómeno de lo puramente musical. Ahora, desde la perspectiva de la política cultural, toca reseñar especialmente una original y exitosa iniciativa de la Consejería de Cultura: Badasom, una propuesta de festival en el que se conjugan flamenco y fado y que se ha desarrollado en la Alcazaba y en el auditorio Ricardo Carapeto de Badajoz, escenarios a cielo abierto que han resultado absolutamente evocadores (pese a las sillas de plástico) para escuchar ambas músicas y que han acabado muchas noches con el aforo completo. La representación del fado ha pasado por el arco de variados gustos y tendencias, de Mariza y A Naifa a Camané y A Noite. No es un asunto menor que Badajoz pueda convertirse de alguna manera en una referencia para escuchar la melodía tradicional portuguesa, renovada por algunos de los intérpretes citados. Lo mismo puede decirse del flamenco, que osciló de los caminos más alejados al eco del cante pero de extraordinaria musicalidad, como Javier Limón o El Cigala, a artistas más encajados en los canones como el extremeño Miguel de Tena (que se excedió en fandangos y desaprovechó la oportunidad de lucirse como un cantaor completo) y José Mercé, el número uno desde hace lustros aunque cuestionado por sus incursiones en la fusión. En honor a la verdad, cabe decir que su actuación del sábado fue de gran honestidad e inteligencia. Por supuesto, dio salida a los temas que le han dado tanta proyección y que alegraron la noche y satisfacieron al público más exógeno que acudió al reclamo de 'Al alba' o 'Aire', pero nadie ha cantado en este festival con más hondura y sabor. Algunas de las letras que interpretó en sus malagueñas, soleares y alegrías (absolutamente ortodoxas) beben directamente de la tradición oral del siglo XIX y llevan toda la vida en su repertorio. Mercé hizo un fin de fiesta por bulerías con todo el aire jerezano, el mismo que se podía oír en los grandes festivales de los sesenta. Y remató un bis por tangos sin concesiones, unos tangos por cierto que tanto resuenan en la cercana Plaza Alta. Puestos a buscar reclamos y elementos de identidad cultural, bueno sería que alguna administración (la consejería o el Ayuntamiento) emprendiera un certamen anual de tangos y jaleos extremeños en la misma Plaza Alta. Ha quedado demostrado que afición existe y nada tendría más sentido que recrear una mirada al pasado en un espacio con tanto encanto y hoy desaprovechado. Julián Quirós Diario HOY