
La relación entre los ecosistemas y sus habitantes es a veces tan estrecha que los primeros llegan a crear a los segundos. Es el caso de una orquídea muy particular, conocida como la abejera de Almaraz (Ophrys apifera var. almaracensis), una subespecie que surgió como variante de la más extendida orquídea abeja (Ophrys apifera), en un terreno calizo en el entorno del municipio de Almaraz. Uno de sus descubridores, el botánico José Luis Pérez Chiscano, deja muy claro que la aparición de esta variante no se debe a la presencia de la central nuclear en el municipio cacereño, sino a que se ha adaptado a los suelos calizos del cerro en el que florece. "La familia de las orquídeas sigue evolucionando y todavía se dan casos de mutaciones como éste, en el que a simple vista la pigmentación ya es diferente de la especie madre", señala Pérez Chiscano.
Descrita por este botánico, junto con Fernando Durán y Juan Ramón Gil, en 1990, la Junta de Extremadura ha decidido tomar medidas para protegerla tras analizar la situación y su particularidad. Sus 500 ejemplares viven en apenas 15 hectáreas, y desde que se revisó el Catálogo de Especies Amenazadas de Extremadura en 2004, los técnicos de la Junta, con Ángel Sánchez a la cabeza, han analizado esta rareza de la naturaleza. Dada su singularidad y el "gran valor como única variedad conocida en España", ahora la Junta ha propuesto incluir su zona de floración como Lugar de Interés Comunitario (LIC) y no descarta comprar terrenos para evitar afecciones a las plantas como el pastoreo excesivo, tratamientos herbicidas o incendios. Además, los botánicos estudian la introducción de la especie en alguna categoría del catálogo de especies amenazadas. Extremadura ya cuenta con 11 especies de orquídeas incluidas en el catálogo.
Esta orquídea comparte hábitat con otras 15 especies de esta gran familia de plantas, entre las que destacan la orquídea itálica (orchis itálica) y la mariposa (orchis papilonacea), ambas catalogadas como de interés especial en Extremadura. El cerro elegido por la abejera de Almaraz para florecer, comprendido entre los 300 y 393 metros de altitud, está compuesto por materiales calizos, que han formado "una pequeña isla, con características ecológicas totalmente diferentes a la de las zonas limítrofes", apunta Sánchez.
La abejera de Almaraz, cuyo nombre hace referencia a la similitud de los pétalos con el color y forma de estos insectos, tiene la particularidad de que se autopoliniza, y gracias al viento o al roce de los animales, el saco de polen cae en el estigma y la flor queda fecundada. Y entre finales de abril y junio sus flores de vivos colores se desperezan.
María García de la Fuente
Público
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