SI la guerra consiste, como decía Clausewitz, en la continuación de la política a través de otros medios, parece que a Rajoy lo que le pide el cuerpo es hacer el amor y no la guerra. Después de cuatro años de fuego de exterminio, de cañoneo a discreción, de maniobras envolventes, ha llegado el momento, según dicen algunos, de pegarse al terreno (una metáfora, por cierto, con un halo siniestro, porque, en cualquier batalla, quienes se pegan al terreno, y no hay quien los despegue, son los muertos). Lo cual, que don Mariano, el mago del suspense, ha alumbrado, por fin, un manual de estilo que quiere ser, al tiempo, un plan estratégico. ¿De estrategias hablamos? Ahí llega Pedro Arriola, el prestidigitador de los sondeos, el Merlín sempiterno del Camelot de la derecha. Y Celia Villalobos, esa Caperucita ex roja que es la bruja del brujo; o sea, su parienta. Y el señor Gallardón, el Salieri castizo que, queriendo ser Mozart, desafina y gallea. Y Camps, el naranjito, la traca estatutaria y la alegría de la huerta. Y, «last but not least», el movedizo Arenas.
En Génova, 13 (que, a la que se descuiden, acabará siendo el 13 Rue del Percebe), los despachos se erizan igual que las trincheras y el que no está pasmado es porque está perplejo. Marx -Groucho Marx, naturalmente- se querelló en cierta ocasión contra una empresa tabaquera que comparaba el sabor de sus habanos con pasar una hora en el séptimo cielo. Un humorista, sin embargo, es un señor muy serio y Groucho, se empeñó, con absoluta seriedad, en comprobar la exactitud de la promesa. Tras ímprobos esfuerzos, y sosteniendo la colilla con un par de alfileres, llegó a parar el crono en cincuenta y tres minutos, veintitantos segundos y unas pocas décimas. La compañía, al cabo, pidió excusas, borró de sus anuncios el engañoso lema y, desde entonces, la parte demandante (de la primera parte, por supuesto) se castigó los bronquios sin aflojar un céntimo. Don Mariano Rajoy -marxista por los humos y no por el ingenio- en lugar de una hora ha estado tres semanas en la beatitud algodonosa del séptimo cielo. Se ha fumado, sin duda, el puro de la paz con su propia conciencia y ha bajado del limbo como Moisés del Sinaí, con los diez mandamientos de la legislatura venidera.
¿Y el becerro de oro? Con la crisis en puertas lo han suprimido del atrezo y hasta las minorías periféricas, que son derrochadoras por naturaleza, se tendrán que apañar con un cabestro. Pero eso, en cualquier caso, es pura anécdota. Lo categórico, hoy por hoy, es que los estrategas del PP parecen inclinados a desempolvar la lírica y a desdeñar la épica. O sea, a recitar la Biblia en verso. Rajoy ha puesto al día la consigna de Foch cuando regía los destinos de los ejércitos franceses: «Las batallas ganadas son aquellas en las que negaremos siempre que nos han dado para el pelo». Ferdinand Foch, por si no lo recuerdan, era el profeta del «élan», del impulso poético-castrense frente a la prosa garbancera del «Grand Bertha». Un tipo singular, el señor Foch, pese a que se trabucó de época. Don Mariano Rajoy tampoco es partidario de zambullirse en el barrizal de las trincheras. Y su Estado Mayor (o menor, ya veremos) ha diseñado un plan de ataque que, de primeras dadas, nos retrotrae a Gila colgado del teléfono: «¿Está el enemigo? Pues que se ponga un momentito, si no le sirve de molestia».
Así las cosas, la verdadera oposición habrá de encabezarla el General Invierno. Si el presidente de la Reserva Federal mienta la recesión sin anestesia, ¿cómo conseguirá frenar el descalabro un presidente derrochador y sin reservas? Paciencia y barajar, la glaciación de los mercados se ocupará de dejar tieso a Zapatero. Y, mientras, perfil bajo, centrismo a tutiplén, «lifting» ideológico y providencialismo a espuertas. Lo malo será que no salgan las cuentas y cuenten de Rajoy lo que del mariscal prusiano cuyo recuerdo honraban tres placas diferentes. «Aquí durmió fulano antes de la ofensiva». «Aquí durmió fulano finalizada la ofensiva». «Aquí durmió fulano durante la ofensiva». Vamos, el sueño eterno.
Tomás Cuesta
Opinión
ABC
5/Abril/08
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