Un día del libro sin fin

EN estas fechas, acompañadas por una primavera que añade un sentido especial a la celebración, hablamos siempre de los libros que nos rodean -en Extremadura ésta es una circunstancia plena y feliz- y parece que con el paso de los años hemos dado por supuesto que siempre estarán con nosotros. No se trata de recrear la utopía de aquel 'Fahrenheit 451' con sus libros prohibidos, sino de contemplar por un momento con toda su intensidad la importancia evidente que tienen los libros y la lectura en nuestra vida. Ese largo camino, el movimiento ascendente de siglos que culmina con la conquista del libro, tiene una forma concreta en la experiencia de cada lector, que hoy es incapaz de entender su vida sin la presencia de los libros. No podemos imaginar cómo sería el momento de apagar la luz cada noche sin cerrar un libro, ni aceptamos la imposibilidad de compartir la lectura en el momento mágico de anticipar a otro lector su peripecia, el motivo de su seducción, aquello que lo ha vuelto inolvidable: algo difícil de explicar pero que, desde ese momento, servirá para medir todo lo que nos ocurra, hasta el punto de volvernos diferentes -a veces, puede que mejores- tras cada libro. Esta certeza, expresión individual de un derecho colectivo, está muy presente en las administraciones públicas que tienen como tarea el libro y la lectura. De forma singular, la Consejería de Cultura y Turismo entiende este reto desde el esfuerzo realizado en los últimos veinticinco años, en los que se ha dotado de infraestructuras culturales a una región que carecía de los más básico, y en los que la edición pública ha sido reconocida por su calidad dentro y fuera de Extremadura, como un reflejo de la renovación de toda la comunidad. Hoy las administraciones tienen otros retos que señalan, sobre todo, a la necesidad de proporcionar a todos la posibilidad de la lectura, junto a la urgencia por atender a aquellos que tradicionalmente habían quedado fuera de los circuitos del libro por su circunstancia geográfica, social o educativa: ése es el sentido igualitario que debe primar en la actuación pública de las instituciones. Pero si hay una actividad ligada a la libertad personal, incluso a la conquista de las libertades, es la lectura. Responsabilizar únicamente a las administraciones de su desarrollo es un ejercicio simple y empobrecedor de los retos que el mundo contemporáneo impone a la ciudadanía en general. La sociedad civil debe ser uno de los protagonistas insustituibles en la extensión de la lectura, en la consolidación de un hábito que es al mismo tiempo siempre el mismo -conocer, disfrutar y descubrir son emociones ligadas a la lectura en cualquier momento de la historia- y cambiante, cuando los nuevos soportes imponen también nuevos modelos de lectura: se trata de una responsabilidad muy cercana también a los medios de comunicación, a las empresas editoriales, a las administraciones que no pertenecen directamente al ámbito de la cultura o la educación, a las asociaciones y, por último pero de forma esencial, a las familias que imponen, con sus costumbres, un modelo de conducta en los hábitos saludables, entre los que sin duda se cuenta la lectura. Hoy, cuando se celebra el Día del Libro, esa seguridad del camino recorrido y el porvenir nos ayuda para que disfrutemos de nuevo, como un placer recién llegado, de los libros y de la compañía de aquellos que, en una reunión universal, valoran su importancia en tantos momentos de la vida cotidiana: nosotros, los lectores. LEONOR FLORES RABAZO es consejera de Cultura y Turismo Diario HOY