Cultura rural

UNO de los retos más serios de Fernández Vara, en su compromiso con Extremadura, es la sensibilidad cultural del campo y el pueblo. La panorámica del campo extremeño resulta uno de los elementos más complejos de la región. Y con unas perspectivas difíciles en su desarrollo y sostenibilidad. Lo que resulta muy arduo para incentivar a la juventud en los pueblos, dinamizar los sectores, crear expectativas de anhelo y desvincular las palabras campo, pueblo y tierra de unas carencias con claras connotaciones históricas y sociales. Extremadura necesita unas iniciativas y compromisos que lleven a cabo el máximo beneficio de sus estructuras rurales. Todo un gran eje de posibilidades. Pero las circunstancias de la sociedad actual requieren otros parámetros más allá de unos días vacacionales hechizados por el encanto y la magia de la naturaleza y su diversidad rural. Se trata, ahora, presidente, de crear un anhelo de vida. Ahí están las cifras, desde los años 60 y 70, con las riadas migratorias de las privaciones, los sacrificios y el desarrollismo impulsado desde los poderes centrales hacia la industrialización de otras regiones, en la mayor tragedia histórico-social de Extremadura. A raíz de la misma, la existencia de unas diferencias de calidad de vida y la reestructuración de las nuevas demandas sociales. Extremadura, en primera línea de la solidaridad, precisa de toda una imparable serie de medidas que potencien el campo en sus posibilidades y en su futuro. Y, sobre todo, en el corazón de los más jóvenes, antes de que continúen las legiones migratorias del campo camino de las grandes ciudades. Pero eso no se consigue tan siquiera con mucho trabajo, ni con una lluvia de ideas. Porque los pueblos extremeños continúan desangrándose. Sencillamente porque no se encuentra la fórmula mágica de la motivación social. Una de las grandes asignaturas pendientes de la Junta. La revitalización de los pueblos. Y en los que existe un gran futuro. Pero hay que hallar el camino adecuado para su engranaje. El campo y los pueblos de Extremadura, presidente Fernández Vara, se conforman de un gran caudal humano, embargado por la sencillez, la humildad y el trabajo. Y donde se necesita el establecimiento de unas dinámicas de progreso, de estabilidad y de potenciación. En el campo, en los pueblos, en los servicios, en los incentivos, en las iniciativas, en las ayudas. Y, si no es así, el campo se hunde de la misma forma que los pueblos van envejeciendo y desmoronándose. Y, lo que es peor, perdiéndose en el río del olvido, de la soledad, de la pena, de la dispersión territorial. Y no quisiéramos creer que en el carril del abandono. Pero el campo y el pueblo, con quien la historia de Extremadura tiene contraídos unos señeros compromisos, por su humanidad y capacidad de resistencia se merecen más. Una tarea demasiado difícil. Pero los cargos, presidente, y trasládeselo a algunos de sus colaboradores, también conllevan cargas. Y, si no, mire a la fenomenología de la regresión poblacional de los municipios extremeños. Y eso tiene sus orígenes y sus circunstancias, sus motivaciones y sus carencias. Nadie deja atrás, probablemente, familias, tierras, sentimientos, raíces, en una ráfaga de aire. Acaso lo hacen porque hay que salir de los pueblos, todavía, lamentablemente, a buscarse la vida en medio de polígonos industriales y ciudades dormitorio que no encuentran una panorámica de belleza cultural, paisajística, de naturaleza, agrícola, ganadera, turística, como la que existe, aún, en lo más hondo de nuestros pueblos. Juan de la Cruz Opinión Diario HOY