
La efeméride del día es desgraciada ya que no remite a un hecho anclado en el pasado sino enquistado en la actualidad y con un futuro sumido en la incertidumbre. Tal día como hoy, hace 40 años, Eta asesinó por primera vez. Desde ese día, miles de muertes no han servido a la organización criminal para rendirse tras no lograr sus pretensiones independentistas, tampoco para mermar un espíritu común de los demócratas que lloran, al mismo tiempo que aplauden, a cada una de las víctimas que suponen el más sólido de los argumentos para derrotar a los verdugos de la paz.
El 7 de junio de 1968, el Guardia Civil José Ángel Pardines Arcay perdía la vida. Coruñés de 25 años y natural de Malpica, regulaba el tráfico en unas obras de la Nacional I (Madrid-Irún) a su paso por Villabona. Por ahí precisamente circulaban en un Seat 850 coupé dos pistoleros de Eta. El agente, tercera generación de una familia de guardias civiles, dio el alto al vehículo para solicitar la documentación. Una bala en la cabeza procedente del arma de Txabi, uno de los ocupantes del coche, dio por inaugurada la execrable carrera criminal de la banda.
Ese fue el primero de los 835 asesinatos cometidos hasta hoy. En esa cifra no figuran heridos, testigos ni familiares, que guardan el sentir de víctimas supervivientes pero con secuelas, en algunos casos físicas, en otros el dolor de haber sufrido el terror en primera persona. Entre esos varios centenares de inocentes se encuentran políticos, policías, guardias civiles, militares, ciudadanos de toda condición al fin y al cabo y, lo más doloroso: niños.
En este periodo tan sólo ha habido cinco años en los que nadie ha muerto a manos de etarras: en los años 1970 y 1971, después durante la tregua de 1999 y, finalmente, en los dos primeros años del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (2004 y 2005). Suponiendo que el número de víctimas haga más condenable la lacra, la peor de las crisis en España a causa del terrorismo se vivió en el trienio 1978-1980, cuando superar una semana sin sangre se podía considerar una buena noticia.
Son cuatro décadas en las que los demócratas han intentado parar en seco a los asesinos. La lucha policial y judicial ha dado frutos y muchos de los terroristas han pasado por la cárcel, si bien el eterno debate sobre las penas que se les han impuesto no ha cesado. Otra vía ha sido el diálogo, que todos y cada uno de los ejecutivos —UCD, PP y en dos ocasiones el PSOE- han practicado sin lograr más que reafirmar la convicción de que Eta no está dispuesta a dar un solo paso atrás. Es más, las etapas de “tregua” han sido aprovechadas para el rearme.
Asimismo, los grandes partidos han llegado en tres ocasiones a acuerdos para afrontar juntos la lucha antiterrorista. El primero fue el Pacto de Madrid, en 1987, que dio lugar en 1988 a una versión equivalente entre los partidos vasco, Ajuria Enea. Y en 2000, con Gobierno del PP y a propuesta del PSOE, estas dos formaciones firmaron el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Redujo los asesinatos y mandó a la ilegalidad a Batasuna, pero saltó por los aires en la legislatura pasada. A día de hoy, no hay papel alguno que marque la unidad, pero tras el 9 de marzo nadie duda de un acercamiento entre las posturas de PSOE y PP que auguran cuatro años de pretensión de consenso y derrota de Eta sin dialogar, es decir, ahogándola política, económica y estructuralmente con una firme actuación policial y judicial.
2008: consenso a la vista, dos muertes y más de lo mismo
El pasado 14 de mayo saltó por los aires una furgoneta-bomba colocada junto a la casa cuartel de Legutiano (Álava) que causó la muerte del Guardia Civil Juan Manuel Piñuel y heridas a otros cuatro agentes. Eta también se ha llevado la vida este año de Isaías Carrasco, ex concejal socialista de Mondragón, a apenas dos días de las elecciones.
Dos miembros de la Benemérita abren y cierran el negro listado de víctimas de Eta. A la espera de que los dos principales partidos confirmen y lleven a la práctica la unidad que proclaman, la extorsión, las amenazas y la violencia siguen llenando páginas de nuestros periódicos. Por eso la efeméride es desgraciada, por eso es obligada la reflexión, por eso es necesario no olvidar.
Alberto L. Marín
elimparcial.es
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