La emigración extremeña

EL periodista es un amante de la inmensidad de las estructuras rurales que hay en los latidos más sorprendentes de la geografía extremeña. Una tierra plena de rayos de luz y de hálitos de vida y de esperanza. Y lo es, al tiempo, de sus gentes, de sus campos en soledad, sus cultivos y cabaña ganadera, su cultura y la simbología de las tradiciones más ancestrales, de su historia, de la filosofía de sus personajes, de sus problemáticas, sus frustraciones, sus carencias, sus sacrificios, de sus sudores, de sus anhelos. Como lo es de los más de 800.000 emigrantes, ay, que nos dejaron en pena. Como lo es de la lucha de tantos hombres y mujeres, de tantas generaciones que continúan entregándose, como hicieron siempre y a destajo, en los surcos para mantener en pie los pilares de las reivindicaciones. Una gente profunda y entrañable, preñada en la ilusión, apasionada de sensibilidades y de los más entrañables sentimientos en busca del pan. Gentes que se debatieron y debaten, aún, en ese largo, interminable recorrido migratorio de los pueblos. Emigrantes que continúan siendo protagonistas del dolor de los pueblos desde aquella gran crisis de los años 50 y 60 de la pasada centuria, aún vigente en los municipios y el éxodo rural. Entonces los pueblos se desmoronaron y sufrieron unas palpables hemorragias migratorias. Emigrantes, plenos de lágrimas y adioses, con un alma de mil ansias de vida. Atrás quedaba el corazón de Extremadura. Pueblos modélicos que llevan consigo una imagen, profunda, penetrante y de lucha. Pueblos que un día sufrieron en sus carnes la llamada de la emigración por culpa del desarrollismo que se generaba en otras comunidades y a las que acudían en masa nuestras gentes, entre lágrimas de la separación de los lazos con la tierra. Pueblos que hoy, todavía, sufren las consecuencias de aquellas circunstancias dramáticas del anterior régimen, con la separación de numerosos troncos de las raíces familiares y del pueblo. Y que ahora se encuentran en la encrucijada de la globalización y la modernidad. La geografía humana y física de los pueblos de Extremadura, un germen de historia y de cultura popular, tal como han reconocido los expertos en la materia, se encuentra anclada en una severa adversidad. Los pueblos quieren resurgir en el camino de la vida. Una batalla de ensueños para cuantos izan la bandera de la reivindicación. Pero los pueblos, que precisan tantas ayudas tienen que subsistir. Una necesidad vital. Y en la geografía regional de tantos y tantos municipios existe una conciencia popular de los más jóvenes que luchan contra la idea de que el envejecimiento de los municipios, por motivos de índole social, económica, industrial, laboral, cultural, junto a otros campos, puede acabar con ellos. Por los años 50 del pasado siglo la estructura vital de los pueblos extremeños se desmoronaba de pena. Hoy, sus gentes, sobre todo los más jóvenes, necesitan el aliento de la recuperación y del pulso generacional de nuevas expectativas e inquietudes. Habiendo conocido en su quejido el vertiginoso latido socioeconómico quieren conocer, de cerca, a aquellos puñados de hombres y mujeres que se integraron en las riadas migratorias, con tantas estelas en el caminar, desean observar el río de la sangre de los propios hijos del pueblo. Y quieren abrir las puertas del regreso. Extremadura necesita, como una asignatura pendiente, una Historia de la Emigración que rompió tantas familias y laminó un impresionante vaciado humano de los pueblos. Como necesita saber cuáles son los lazos de la segunda generación, los hijos y los emigrantes, con la Extremadura de hoy. Una historia de grandes sacrificios y dramas, con miles de familias despellejadas por cientos de kilómetros al medio y con numerosos pueblos que padecieron un impresionante éxodo migratorio. Del que se resentirán a lo largo de toda su vida. De ahí el envejecimiento poblacional rural y las complejas expectativas del renacer rural. Todo un poema de hermosura. Juan de la Cruz Gutiérrez Opinión Diario HOY