Simone Veil, una lucha vital por la justicia

EL nombramiento de Simone Veil como miembro de la Academia Europea de Yuste es, ante todo, una gran noticia que nos tiene que llenar de tan sincera satisfacción como comprensible orgullo. Y lo es por diversos motivos entre los cuales, tal vez, el menos importante sea que esta admirable mujer venga a sumar un premio más a los ya recibidos a lo largo de toda su vida. Sobrecoge pensar que en este mundo hay personas, sean hombres o mujeres, cuyos méritos y valía personal son merecedores de tan altas y merecidas distinciones. Pero Simone Veil es, por encima de todo, una mujer que habiendo sufrido hasta lo indecible el horror del holocausto nazi en Auschwitz, supo sobreponerse al dolor y la adversidad para hacer de su vida una tenaz e irrenunciable lucha contra la intolerancia y las injusticias sociales como evidencian los diversos puestos de alta responsabilidad que ha desempeñado: fue la primera mujer ministra de la Quinta República Francesa en 1974 al frente del Ministerio de Sanidad, Seguridad Social y Familia, ha sido presidenta del I Parlamento Europeo elegido por sufragio universal directo, en 1979, y preside, desde el año 2001, la Fundación para el Recuerdo del Holocausto (SHOAH). Una existencia llena de premios y de altos cargos, bien es verdad; pero una existencia que difícilmente puede ser interpretada sin un profundo amor por la vida y por lo que para esta mujer representa: una permanente lucha por defender a quienes más han sufrido y sufren las injusticias que, tan sólo la parte más absurda y deleznable del ser humano, ha convertido en una terrible constante de nuestra evolución como seres humanos. Tal vez por esta razón, Simone Veil muy pronto comprendió que la injusticia que atenaza lo mejor de nosotros y nosotras mismas, lamentablemente, no se puede cambiar tan sólo con buenas voluntades ni propósitos estériles que, con más frecuencia de lo razonable, soportamos impasibles. Desde importantes cargos de representación, especialmente como presidenta del Parlamento Europeo, supo que su participación debía transformarse en un compromiso activo para luchar por cambiar un orden establecido manifiestamente injusto. Escritora comprometida y constitucionalista a ultranza, Simone Veil no ha hecho a lo largo de su vida cosas muy distintas a las que hicieron y hacen otras mujeres: demostrar que su condición de víctima podía ser transformada en un eficaz compromiso con la defensa de los derechos humanos y especialmente de la mujer. Prueba de ello es la, ahora lejana pero trascendental, despenalización del aborto en la Francia de 1975 o la más reciente firma, en 1993, de un informe acerca de la violación de mujeres y niñas musulmanas en Bosnia-Herzegovina, elaborado por médicos forenses y observadores de la Comunidad Europea. Simone Veil, en definitiva, no es sólo un ejemplo para todas las mujeres, lo es también para todos los hombres; porque la justicia social, la defensa de los derechos de las personas víctimas de la violencia o injusticia de cualquier clase, no está sujeta a criterios de pertenencia a ningún sexo y sí a la incansable búsqueda de una igualdad real que, más pronto que tarde, debería sernos tan necesaria para nuestra convivencia como enriquecedora para nuestras vidas. Enhorabuena Simone y gracias, muchas gracias por tu incansable lucha. PILAR LUCIO CARRASCO Consejera de Igualdad y Empleo de la Junta de Extremadura Opinión Diario HOY