¿Sobrevivirá la PAC a la crisis?

EN los meses que vienen se va a revisar la Política Agrícola (PAC), que se lleva un tercio del presupuesto comunitario y es la única competencia donde Bruselas ha hecho gala de toda su capacidad de gestión y de una formidable potencia de fuego financieramente hablando. Teniendo en cuenta que los precios mundiales son extraordinariamente altos, lo más saludable sería que aprovechásemos para podar de forma adecuada un mecanismo que estaba pensado para todo lo contrario, para gestionar los excedentes, aun a costa -dicho sea de paso- de asfixiar las capacidades de desarrollo de muchos países terceros. Francia (y España parapetada detrás) defiende la continuidad de la PAC porque dice que la autosuficiencia alimentaria es más importante que la energética. Gran Bretaña, por el contrario, dice que lo que más independencia le da a un país es tener una economía saneada y no distorsionada por las corruptelas del dinero público. Francia quiere resistirse a ceder en la Organización Mundial de Comercio lo que impide un acuerdo global, y los británicos están por la apertura total de mercados, lo que permitirá a los agricultores del tercer mundo empezar a beneficiarse de los efectos positivos de la globalización. Me quedo con la versión británica, pero vigilando que esa liberalización no pervierta uno de los principales objetivos de la PAC, que es mantener a la población en el campo en condiciones dignas. Ahora se van a levantar las cuotas lecheras -para llenar los supermercados chinos hace falta mucha leche- y se eliminarán los barbechos y se combinarán con cultivos de biocombustibles. Con los precios mundiales yo no daría más subvenciones que las necesarias para la modernización de las explotaciones, incluyendo la gestión del agua que será dentro de nada un factor más importante que la tierra. Nueva Zelanda demostró que lo que los agricultores necesitan es más capacidad de adaptación, lo que quiere decir especialización, no limosnas para seguir permaneciendo adormilados mientras los mercados mundiales están hirviendo. Enrique Serbeto Opinión ABC