Este año la coincidencia entre el Aid Mawlid Anabawi, la fiesta musulmana en al que se celebra el nacimiento del profeta Mahoma, y la Semana Santa cristiana permite una reflexión sobre ese supuesto acercamiento de civilizaciones que los políticos intentan imponer.
"Espero que el presidente Zapatero aproveche estas fechas para relanzar su Alianza de Civilizaciones", me comentó el otro día un avispado tendero del bazar de la medina de Rabat. Profundizando en su discurso se quejaba de que tanto los dirigentes occidentales como los del mundo árabe se limitan a lanzar grandes campañas a favor de la comprensión del otro, el respeto a lo ajeno o diferente, pero que sus acciones no llegan a la práctica de la vida cotidiana del ciudadano de la calle.
Desde los países árabes se observa con curiosidad las dificultades que un Gobierno socialista como el que volverá a presidir José Luis Rodríguez Zapatero, tiene para gestionar la educación religiosa o la influencia de una práctica supuestamente individual en decisiones políticas como la ley del aborto o el debate sobre la eutanasia.
La presencia del culto musulmán en el transcurso de la vida política de los países del Magreb no es cuestionable, e incluso se considera una ventaja que exista esa supervisión divina que permite dejar cuestiones de Estado a la espera de lo que Alá depare.
Cuando el artesano de la medina de Rabat protesta por esa supuesta unión en la lucha contra la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Hunting, planteada en la sede de la ONU y bautizada como la Alinaza de las Civilizaciones, pide cierta comprensión ante los graves problemas de integración en países con tanta experiencia en la acogida de emigrantes como Francia.
La integración sigue siendo una utopía para los que profesan una religión diferente a la del país de recepción, tanto en Europa como en los países árabes. El respeto al otro, incluso al no creyente, al ateo y al agnóstico, no existe. Es en este aspecto en el que, a pesar de investigadores como Mohamed Arkoun, que asesoran a gobiernos europeos y comprueban con pesimismo como sus propuestas no son aplicadas, en el que los dirigentes no parecen querer trabajar. Y mientras, se mantiene este doble juego de preocupación mezclado con cobardía para enfrentarse a la realidad.
Por eso seguiremos presenciando la cólera de unos porque un diario de extrema derecha publica unas caricaturas de Mahoma, se seguirán asesinado a personas que supuestamente ofenden a la religión, y persiguiendo a los que han decidido dejarse una barba, rezar en la mezquita o hacer una lectura más rigurosa de su religión.
Todo gira entorno a la tolerancia, la capacidad de escuchar al prójimo, de ponerse en su lugar, y de intentan llegar a un entendimiento sin que se vulneren derechos fundamentales con los que, paradójicamente, todos aseguran comulgar.
Carla Fibla
La Vanguardia
20/Marzo/08
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