El resultado final de las recientes elecciones del 9 de marzo, ha sido que el PSOE ha detraído votos a IU, y lo que es más importante, a ERC y al nacionalismo vasco en general, excepto a CIU. Con lo cual, “a priori”, parece que no estaremos una nueva legislatura subyugados por el poder político depredador de partidos nacionalistas insignificantes en el cómputo total de votos de toda España.
Al hilo de lo anterior, y al margen de la gestión llevada a cabo por su coordinador general, Gaspar Llamazares, no me parece de recibo, que IU, con algo más de un millón de votos, obtenga dos Diputados, y CIU, con sólo 300.000 votos, obtenga once Diputados. Es urgente una reforma electoral que contenga unos “índices correctores” a la Regla D’Hont que valoren más el voto nacional que el nacionalista, que por otro lado, nunca mirará con buenos ojos el bien general, sino sólo el de su propio terruño nacionalista, lo cual siempre acaba molestando.
Pero tengo ya resaca política y electoral...prefiero pasar a temas mucho más agradables. Con demasiada frecuencia soy asaltado por los recuerdos de una vida pasada, en la que he encontrado las más pobres y las más firmes de mis alegrías: los olores de los primeros días de primavera, el olor del pueblo al que amo, cierto cielo vespertino, la risa de los niños que juegan en la calle, el apoyo incondicional de mis padres, la armonía de la frondosa naturaleza que nos rodea, las charlas de las tardes de verano y el respeto que todos teníamos por aquellos “padres adoptivos” que eran nuestros maestros. Tengo momentos de agradable nostalgia al recordar las clases de Dña. María, de D. Gregorio, de D. Pablo, de Dña. Elena… que han dejado una base educativa indeleble en mi persona.
Pero era normal tener respeto no sólo a los maestros, sino también al Alcalde, al cura, al médico, al cartero; auténticas personalidades dentro del pueblo. Hombres y mujeres que siempre se han desvivido por su oficio y han dado lo mejor de sí en beneficio de sus convecinos. Para la población local todos ellos jugaban un papel singular, a medias entre el asesor, el asistente social, el confesor y el hombre de confianza; y esto es aún significativo entre los residentes fijos de las zonas rurales, los ancianos, que muchas veces viven solos.
Sin embargo, actualmente lo que era tan normal hace unos cuantos años, ahora es poco menos que imposible. ¿Por qué no recuperar esos años de humanidad y fraternidad? Si está de moda en muchos sitios el “estilo lento” de vida, recuperémoslo y disfrutemos de lo que nos rodea y queremos. Hagamos caso omiso de Chikilicuatres de tres al cuarto, de pasar cursos sin aprobar, de buscar consejos médicos en internet, de usar únicamente correos electrónicos, de una espiritualidad “light” impuesta por los medios de comunicación…
José María Hernández García
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